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La agresividad y sus trastornos

 

1. Precisiones definicionales

1.1 Multifacetismo y heterogeneidad

El término agresividad hace referencia a un conjunto de patrones de actividad que pueden manifestarse con intensidad variable, tanto en la pelea física como en gestos o expansiones verbales que aparecen en el curso de cualquier negociación. Constituye una mezcla de secuencias de movimiento con diferentes patrones, orientados a conseguir distintos propósitos.

La conducta agresiva es una manifestación básica en la actividad de los seres vivos. Su presencia en la totalidad del reino animal y los resultados de las investigaciones sobre la misma le dan el carácter de fenómeno multidimensional (Huntington y Turner, 1987), (Mos y Oliver, 1988) y puede manifestarse en cada uno de los niveles que integran al individuo: puramente físico, emocional, cognitivo y social.

Se puede presentar en el nivel físico, como lucha con manifestaciones corporales explícitas. En el nivel emocional puede presentarse como rabia o cólera, manifestándose a través de la expresión facial y los gestos o el cambio del tono y volumen en el lenguaje. Desde un nivel cognitivo puede estar presente como fantasías destructivas, elaboración de planes agresivos o ideas de persecución propia o ajena. El nivel social es el marco en el cual, de una manera o de otra, toma forma concreta la agresividad.

La conducta socialmente agresiva puede no acompañarse de sentimientos de rabia o de otro tipo. La insensibilidad emocional frente a las manifestaciones de la propia conducta agresiva puede ser maladaptativa en situaciones de paz y lo contrario en el contexto de situaciones extremas o de guerra.

La palabra agresividad procede del latín, en el cual es sinónimo de acometividad.

Implica provocación y ataque.

Como adjetivo, y en sentido vulgar, hace referencia a quien es propenso a faltar al respeto, a ofender o a provocar a los demás.

En el marco jurídico se puede entender como un acto contrario al derecho de otro.

El término agresor se aplica a la persona que da motivo a una querella o riña, injuriando, desafiando o provocando a otra de cualquier manera (Diccionario de la lengua española).

Como conducta social puede implicar lucha, pugnacidad y formar parte de las relaciones de poder/sumisión, tanto en las situaciones diádicas (de a dos) como en los grupos.

En el mundo anglosajón, el término agresividad se ha debilitado, habiendo perdido su contenido de hostilidad y significa más bien asertividad, espíritu emprendedor. Su uso ordinario en esta lengua hace referencia a la reducción de los derechos de otro, forzándole a ceder algo que posee o que podría conseguir, utilizando para lo un acto físico o la amenaza de realizarlo.

En su sentido más estricto, puede entenderse como la conducta dirigida a causar lesión física a otra persona.

La intención de causar daño puede manifestarse de distintas maneras, unas más implícitas y ritualizadas (enseñar las uñas, gruñir...), otras más explícitas (como golpear, arañar... ).

La agresividad presenta elementos de ataque y retirada. Por ello se implica con otras conductas de autoprotección. Amenaza, ataque, sumisión y/o huída, se presentan muy asociadas en la naturaleza.

El término violencia se refiere a un tipo de agresividad que está fuera o más allá de lo natural en el sentido adaptativo, caracterizada por su ímpetu e intensidad.

Para Weisinger (1988), en la raíz de la conducta agresiva está la ira. La define como una sensación de disgusto debida a un agravio, malos tratos u oposición. Y que normalmente se evidencia en un deseo de combatir la posible causa de ese sentimiento.

Considerando la existencia de cuatro emociones básicas, alegría, tristeza, miedo y rabia, esta última sería la más próxima a la ira. Cuando se manifiestan en sentido pleno, la rabia es una emoción incompatible sincrónicamente con la tristeza, del mismo modo que lo son entre sí el miedo y la alegría. Tanto la rabia como la alegría tienen un carácter expansivo. Por su parte, la tristeza y el miedo se manifiestan corporal y cognitivamente con carácter retroactivo.

El control deliberado y consciente de la agresividad pretende ser una de las metas principales de las llamadas artes marciales (karate, taekwondo, capoeira, etc.). La agresividad se convierte en un reto para el conocimiento de uno mismo dentro de un contexto específicamente regulado. Se busca tomar conciencia corporal, emocional y cognitiva de la agresividad por medio de actividades practicadas en un medio social jerarquizado que tiene normas específicas. Incluye, por ejemplo, el trabajo con el grito, la integración muscular y las secuencias respiratorias.

 

1.2.- La calificación conductual de la agresividad.

El grito, el golpe, la manifestación agresiva completa está vinculada fisiológicamente a la parte espiratoria de la respiración. Lo que es una contracción corporal se vive como una expansión en el espacio personal. Las manifestaciones de la alegría, como la carcajada o el canto, se manifiestan en esta dirección.

La agresividad puede manifestarse con carácter puntual y reactivo a situaciones concretas. Se habla de personalidad antisocial cuando este patrón de conducta tiene una manifestación preferente a 10 largo de la vida.La agresividad se entiende en general como dirigida hacia afuera, hacia el otro. Sin embargo, la persona al agredir puede, directa o indirectamente, hacerse daño a sí misma. Puede también agredirse a sí misma voluntariamente a través de la conducta suicida (conducta autolítica) o masoquista. El primer tipo mayoritario cuantitativamente representaría formas heteroagresivas el segundo lo constituiría las formas autoagresivas (un caso particular de las mismas es el de la persona que al suicidarse quita la vida a algunos de los seres que están bajo su protección).

La terminología utilizada para referirse a la manifestación de los fenómenos agresivos, puede ser a veces oscura o particular. Así, en la clínica se habla de autolisis en lugar de suicidio, o en el medio militar de daños colaterales en lugar de civiles heridos o muertos.

 

1.3.- Sistemática diferencial de las conductas agresivas.

Para Wilson, la agresión constituye una mezcla de muy diferentes patrones de conducta que están al servicio de diferentes funciones, por ello establece la siguiente clasificación:

a) Agresión territorial. Suele iniciarse mostrando señales frente al intruso. De no tener éxito las mismas se puede producir una escalada física. El intruso o el que ha perdido la lucha puede presentar conductas de sumisión que le permitan abandonar el lugar sin daño ulterior. Actividad horizontal o de desplazamiento (por ejemplo: la vinculada al control de la propia casa) .

b) Agresión por dominancia. Establecimiento de niveles de poder. Aunque puede ser parecida en su forma a la anterior, su meta es establecer una jerarquía de prioridades y beneficios. Actividad vertical en un territorio compartido (por ejemplo: la vinculada al control de una posición en un escalafón).

c) Agresión sexual. Presenta una amplia gama de conductas unas más evidentes otras más complejas, sofisticadas o ritualizadas.

d) Agresión parental disciplinaria. Es la utilizada por los progenitores para enseñar conductas y establecer límites a los hijos. Suele ser adaptativa en el mundo animal. Entre los seres humanos resulta de difícil objetivación y estudio.

e) Agresión protectora maternal. Orientada a la defensa del recién nacido. Más elevada en los mamíferos al comienzo de la lactancia. Inexistente entre los reptiles (Valzelli, 1983).

f) Agresión moralista. Las formas avanzadas de altruismo recíproco pueden dar lugar a situaciones de sutil hostilidad, o de abierto fanatismo.

g) Agresión predatoria. Vinculada a la obtención de objetos. La agresión antipredatoria está constituida por maniobras defensivas que pueden escalar hasta constituir un ataque para el predador (el robo y las conductas reactivas al mismo son un ejemplo de este tipo).

h) Agresión irritativa. Inducida por el dolor o también por estímulos psicológicamente aversivos por ejemplo, un animal herido o una persona enferma pueden reaccionar con rabia o agresividad frente a situaciones que de ordinario no suscitarían esa respuesta en alguien sano. (Valzelli, 1983; Scott, 1958).

 

2.El sustrato fisiológico de la agresividad

2.1.-Los supuestos genéticos.

La mayor parte de la población carcelaria en todos los países del mundo está constituida por varones. La proporción se distribuye en torno a 5 varones por cada mujer internada.

Las hipótesis que vinculan depresión y autoagresividad con el sexo femenino, y conductas psicopáticas y heteroagresividad con el sexo masculino, aunque son difíciles de operativizar, tratan de responder a evidencias estadísticas.

Conducta agresiva y trisomía XYY: La presencia de un cromosoma Y extra en la dotación genética, incrementa las posibilidades de desarrollar conductas agresivas.

La aparición de estos trastornos probablemente se retrotrae al periodo de producción de los espermatozoides. Ello permitiría eventualmente la fecundación de un ovulo con un espermatozoide poseedor de más de un cromosoma Y.

La presencia de sujetos con estas características entre la población carcelaria y los internos crónicos de los hospitales psiquiátricos, aunque es escasa, es significativamente superior a la que existe entre la población no internada. Por así decirlo, el cromosoma Y parece proporcionar un elevado potencial agresivo.

Conducta agresiva y trisomía XXY (Síndrome de Klinefelter) . Estos varones presentan una conducta inhibida, astenia, pasividad, tendencia al aislamiento, a replegarse sobre sí mismos. Su libido es débil. Sin embargo, su comportamiento antisocial es más frecuente, llegando a estimarse entre un 30% de esta población (Peigne y Mazet, 1974).

 

2.2.-Los supuestos cerebrales.

La actividad cerebral humana es capaz de integrar niveles de agresividad de complejidad creciente. Sus manifestaciones pueden darse de forma concreta, simbólica o abstracta.

Según McLean, el cerebro humano integra tres subsistemas¡ el cerebro reptiliano, el cerebro de los mamíferos (sistema límbico), y cerebro superior (corteza cerebral).

El cerebro reptiliano parece vinculado a pautas básicas de conducta, como las relativas a la alimentación, caza, emparejamiento, competición! imitación, dominancia y agresión. Todas ellas tienen que ver, de una manera o de otra, con el uso del territorio. Este cerebro responde desde el presente a situaciones que se van planteando. No proporciona gran independencia del medio y no capacita para el aprendizaje complejo. Desde una perspectiva más simbólica supone un tipo de conducta no sujeta a reglas, amoral (como la inducida por la serpiente en el jardín del edén), vivida enel puro presente.

Las llamadas conductas viscerales! impulsivas o primitivas en los seres humanos ponen de manifiesto singularmente estos tipos de actividad cognitiva básica. En este contexto! la imitación es muy importante para la supervivencia. El ataque a lo lino igual se producirá por ser interpretado como peligroso.

El segundo cerebro proporciona soporte biológico a la vida afectiva. Está representado neurológicamente por el sistema límbico. La estructura fundamental que regula su actividad es el hipocampo. La unidad funcional clave está constituida por el sistema hipocampo-amígdala. Esta última se comporta como un sistema fundamental en las situaciones de lucha.

Las experiencias pioneras de Rodríguez Delgado pusieron de manifiesto la posibilidad de inhibir o incrementar la agresividad por medio de estimulación eléctrica cerebral. Las áreas activadas correspondían a estructuras del sistema límbico. Los animales fueron monos y toros. En su libro "El control físico de la mente" describió su trabajo y sus reflexiones sobre el hecho de intervenir telemétricamente¡ a distancia¡ enviando señales de radio sobre electrodos implantados en el cerebro del animal.

Los llamados núcleos septales aparecen vinculados a la recompensa y las estructuras grises periacueductales al castigo. La presencia de estos centros en las ratas de laboratorio las hace útiles para estudios sobre aprendizaje (la ausencia de estos centros en las serpientes hace que no hallan suscitado el interés entre los investigadores de la psicología).

La actividad del sistema límbico permite incorporar a la actividad presente las experiencias del pasado. Proporciona pautas de respuesta más variadas y complejas.

El tercer cerebro permite entre otras cosas la capacidad de anticipación. Por así decirlo, permite al usuario incorporar a su presente no solo el pasado sino también¡ de alguna manera¡ el futuro. La capacidad de anticipar escenarios para la lucha es facilitada por este sistema.

La información que recibe del mundo físico y social no es directa. Le llega a través del cerebro límbico y del cerebro reptiliano.

La distinción en la agresión entre lo que se siente y lo que se sabe tendría que ver con la activación del sistema límbico en el primer caso¡ y de la corteza cerebral en el segundo.

 

2.3. Los supuestos neuroendocrinos.

El sistema endocrino entre los mamíferos pone de manifiesto la existencia de tres niveles de control:

A) El primero tiene que ver con el estado de preparación para la acción (andrógenos, estrógenos y hormona luteinizante). La agresividad está vinculada con el estado de preparación para el combate. El andrógeno más potente es la testosterona. Su ámbito de acción es más amplio que el de la mera manifestación agresiva. Sin embargo en la naturaleza, su incremento en periodos específicos del año se acompaña de incremento en la agresividad sexual. Desde antiguo son conocidos los efectos de la castración en la inhibición de la agresividad. Los estrógenos, además de en los ovarios, pueden producirse en otros lugares, como las suprarrenales, los testículos o la placenta. Los estrógenos pueden producir efectos contradictorios sobre la conducta agresiva. Habitualmente se considera que puede ayudar a las hembras a mantener su estatus y a defender a la prole. Cuando los niveles de progesterona son altos, la agresividad tiende a suprimirse. De cualquier manera, la actividad de estas hormonas es variable según las especies.

B) El segundo está relacionado con la respuesta rápida al estrés (epinefrina y norepinefrina). Sostienen la actividad fisiológica en las conductas de lucha y huida, presentes en situaciones que requieren inmediatez de respuesta. Durante este periodo juega un papel fundamental la actividad del sistema nervioso simpático. Durante el mismo son característicos la subida de la tensión arterial, taquicardia, incremento del tono muscular, erección del pelo, cambios respiratorios, etc. Por su parte, el trazado electroencefalográfico mostrará actividad rápida con carácter general.

C) El tercero está vinculado a la capacidad de una respuesta sostenida ante el estrés (corticoides adrenales). Estabilizan la fisiología corporal sometida a estrés mantenido.

 

2.3.1.-El específico papel de los neurotransmisores.

Los neurotransmisores tienen un papel mediador en el soporte de la actividad agresiva. Entre ellos se destaca la importancia que juega el metabolismo de la serotonina, las catecolamina, la acetilcolina y del acido gama-aminobutírico (Gaba).

Su participación en la regulación de la agresión no es independiente sino que debe entenderse como formando parte de la actividad global del sistema nervioso central y de estructuras más específicas del sistema límbico .

Buena parte de la investigación hasta el presente, se ha desarrollado en condiciones postmortem o en el laboratorio. La administración de sustancias, sus precursores o inhibidores se ha proporcionado por distintas vías, incluidas su administración en la dieta o en zonas específicas del cerebro. En ocasiones, los resultados han sido contradictorios, manifestando la extrema complejidad funcional del sistema nervioso.

A la serotonina se le atribuye la modulación de un amplio grupo de conductas normales y patológicas. Su metabolismo en el Sistema Nervioso Central aparece muy vinculado con las actividades afectivas en general y con la agresividad en particular (Valzelli, 1988). Así mismo, ha sido objeto de numerosos estudios por sus relaciones con los llamados ritmos biológicos (sueño, circadianos, estacionales, etc.), presentando fluctuaciones selectivas en relación con los mismos.

La actividad de este neurotransmisor suele equilibrarse con modificaciones en otros, como la dopamina o la acetilcolina.

Las catecolaminas, singularmente norepinefrina y dopamina, han sido objeto de numerosos estudios. Se las ha relacionado especialmente con la agresión de tipo irritativo y en menor medida con las formas competitiva, defensiva y territorial.

La acetilcolina, por su parte, es capaz de activar la agresividad competitiva defensiva e irritativa en los animales de laboratorio.

 

3.-La interpretación psicosocial de la agresividad

3.1.-De la versión analítica a la etológico-social.

Desde la perspectiva psicoanalítica, la agresividad es definida como una tendencia o conjunto de tendencias que se actualizan en conductas reales o de la fantasía, dirigidas a dañar a otro, a destruirlo, a contrariarlo, a humillarla, etc. La agresión puede adoptar modalidades distintas de la acción violenta y destructiva; no hay conducta tanto negativa (por ejemplo: negación de ayuda) como positiva, tanto simbólica (por ejemplo: ironía) como efectivamente realizada que no pueda funcionar como agresión (Laplanche y Pontalis, Diccionario del Psicoanálisis, Barcelona, 1974).

Adler destacó en 1908, la existencia de una pulsión agresiva no solo en la génesis de los trastornos psicológicos sino como algo que forma parte de la vida cotidiana.

Freud vinculó la resistencia al tratamiento con la agresividad. Así mismo, la ambivalencia entre sus clientes la interpretó como coexistencia de lucha y afecto. La agresividad era parcialmente puesta al servicio de la Pulsión sexual.

En sus ultimas escritos se refirió a la agresividad como una de las formas de la actividad desorganizadora y fragmentadora. Por el contrario, las pulsiones eróticas estarían orientadas a la creación y al mantenimiento. Las relaciones entre lo erótico y lo agresivo serían análogas a las existentes entre los procesos de fusión - defusión.

Melania Klein desarrollo importantes aportaciones sobre las pulsiones agresivas en la infancia.

La agresividad como tendencia inconsciente y primitiva con la que se nace, sería modulada e interiorizada socialmente a lo largo de la vida pero singularmente en la infancia. Ruther Giller resume la gran cantidad de aportes y estudios al respecto en los siguientes postulados clave:

l. La importancia de las relaciones familiares y de la crianza en los primeros año

2. La función central de factores inconscientes intrapsíquicos.

3. La conducta antisocial es el resultado de un desarrollo defectuoso de la personalidad.

4. Algunos casos de delincuencia son el resultado de la manifestación en la conducta de conflictos intrapsíquicos(acting-out).

5. Las manifestaciones agresivas pueden tener un carácter simbólico (Ruther y Giller, 1988).

La agresividad puede ser también entendida desde la perspectiva de la etología. El estudio sistemático de la conducta animal ha permitido integrar mejor los conocimientos sobre la actividad cerebral, singularmente entre los mamíferos.

Desde el punto de vista biológico cierta cantidad de agresividad tiene un carácter adaptativo bajo determinadas circunstancias, como la escasez de alimentos o situaciones periódicas de altas densidades de población (Wilson).

El conflicto territorial sería la clave para entender conductas como la alimentación, el apareamiento o la caza. La agresividad es entendida como una actividad natural y expansiva, asociada con distinta intensidad, según los casos, a las anteriores.

Conductas que en la clínica humana estarían presentes en forma de euforia, confrontación, expansión del yo y actividades seductivas, típicamente diagnosticadas de 11 cuadros maniacos, llegan a formar parte de lo natural en la perspectiva etológica. Ello en la medida en que sirven a determinados propósitos biológicos como la obtención de territorio y la reproducción.

Los estados depresivos caracterizados por la incapacidad para la lucha, son puestos en relación con pérdidas de territorio o de capacidad para ejercer poder en el mismo.

La estacionalidad con que se dan entre los mamíferos conductas vinculadas al territorio y a la activación sexual y que entre los seres humanos presentan los trastornos afectivos profundos, sugiere desde esta perspectiva que los fundamentos biológicos de ambas puedan ser parcialmente similares.

Desde un punto de vista preventivo, la propuesta etológica se podría sintetizar en la siguiente forma: Si queremos reducir nuestra propia conducta agresiva y bajar nuestros niveles de catecolaminas y corticosteroides a límites en los que nos podamos sentir más felices, deberíamos diseñar nuestra densidad de población y nuestros sistemas sociales de una manera tal que la agresión sea inapropiada en cualquier actividad cotidiana pensable y por tanto menos adaptativa (Wilson) .

 

3.2.-De las formas de pugnacidad.

Comunicación y agresión

La agresividad puede estar presente en la comunicación humana en mayor o menor grado. Para Oden, las personas se relacionan según nueve canales de interacción. Del primero al último, estos canales permiten valorar conductas, según se presenten desde el mínimo afecto positivo (lucha) hasta el máximo afecto positivo (intimidad).

Podemos, en un eje horizontal, presentar en su extremo izquierdo la conducta agresiva extrema o de lucha . En su extremo derecho la conducta afectuosa o de intimidad. En el centro, y cruzándose con el eje vertical, se daría una posición neutra, puramente pragmática.

En un eje vertical, podemos presentar en su posición superior la conducta de liderazgo, y en la inferior la conducta sumisa (fig. A).

Fig. A

La conducta puede ser definida desde cuatro áreas:

a) Hostil/Pugnadora

b) Hostil/Sumisa

c) Amistosa/Dominante

d) Amistosa/Sumisa

Fig. B

El canal de lucha se caracteriza por estar presente en el mismo un máximo grado de oposición entre los participantes. Se confronta para jerarquizar (Canal 1).

El canal afectivo estaría caracterizado por un grado máximo de intimidad. La confrontación es inexistente, la jerarquización entre los participantes no tiene relevancia (Canal 9).

En los dos canales mencionados las relaciones se muestran tendentes a la simetría. En los siete canales restantes, las comunicaciones se establecen de manera complementaria, variando según el tipo de jerarquización.

El canal de influencia ocupa la posición central entre los anteriores. Es el quinto y en él se da la relación poder/sumisión por excelencia (Canal 5).

Dos personas, en sus relaciones, pueden estar a lo largo del tiempo compartiendo un canal de comunicación o incluso pasar de un extremo a otro y utilizar varias modalidades de comunicación.

Por ejemplo, supongamos una situación en la que una pareja discute hasta tal extremo que llega a la agresión física, acabando en los tribunales para resolver su situación; según el modelo propuesto se habría pasado del canal 9(afecto) al 5(influencia), de este al 1(lucha) y finalmente se estaría comunicando a través del 2 (demanda).

Habitualmente, la personalidad y el trabajo profesional suelen determinar canales preferentes de comunicación así como posiciones subordinadas o de poder dentro de los mismos.

Del primero al último los canales pueden ser definidos según una característica comunicacional y una meta específica.

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